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240 MADAMA DE SEVIGNÉ

mente la que ellos quieren; la aplicación es justa. El mariscal de Villeroi decía el otro día : « Penautier quedará arruinado con este asunto », y el mariscal de Gramont respondio : « Será preciso que suprima su mesa. » (1) Ved aquí buenos epigra- mas. Supongo que ya sabréis que se cree que hay repartidos trecientos mil escudos para facilitar todas estas cosas. La ino- cencia, no hace nunca tales profusiones. No se puede escribir todo lo que se sabe; habría para una noche entera. Nada estan agradable como lo que decís acerca de esta horrible mujer. Yo creo que estáis contenta, pues no es posible que esté en el pa- raíso. Su alma infame debe estar separada de las otras. Ase- sinar es lo más seguro, somos de vuestra opinión; esto es una bagatela en comparación de estar ocho meses para matar á su padre y recibir todas sus caricias y todas sus dulzuras, á las cuales ella correspondía doblando siempre la dosis.

Contad al señor arzobispo (de Arlés) lo que me ha hechc decir el primer Presidente por mi salud. He enseñado mis manos y casi mis rodillas á Langeron á fin de que os dé cuenta de ello. Tengo una especie de pomada que me curará según se me asegura; no tendré la crueldad de sumergirme en la sangre de un buey hasta que la canícula no haya pasado. Sois vos, hija mía, la que me curaréis de todos mis males. Si Mr. de Grignan pudiese comprender el placer que me da aprobando vuestro viaje, se consolaría por adelantado de las scis semanas que estará sin vos.

Madama de La Fayette no está mal con Mad. de Schomberg. Esta última me hace maravillas y su marido á mi hijo.

Madama de Villars piensa nada menos que en irseá Sa- boya; os encontrará en el camino. Corbinelli os adora; no hay que rebajar nada ; tiene siempre para mí cuidados admi- rables. El bien bueno os ruega que no dudéis de la alegría que tendrá de veros; está persuadido de que este remedio me es necesario, y ya sabéis la amistad que tiene por mí. Livry

1) No fué así, pues después de su absolución volvió á entrar en los sus empleos,