ocupando siempre una posición importante, y sin que su amplia y tostada máscara denuncie impaciencia en el vivac, fatiga en las marchas, regocijo en la victoria, ó desaliento en los contrastes...
En el Parlamento, conoce perfectamente sus deberes de miembro de la oposición, y suele tener arranques que traen en su auditorio el recuerdo de las frases incisivas del simpático cuanto desdichado Agustín Gómez.
Y eso que no es orador, salvedad que me sirve de escusa para la omisión del examen de las condiciones oratorias del Senador por Entre Ríos.
Eso sí: de Fébre y Baltoré, tomando retazos de uno y de otro, formaríase un Senador envidiable.
Si yo fuese frenólogo propondría una doble trepanación, y efectuando entre ambos cerebros destapados un canje de lóbulos encefálicos, tendría, al final del trueque, un Senador perfecto y otro inservible, en vez de dos Senadores complementarios.
Fébre ha sido Gobernador de Entre Ríos en época difícil, cuando aún fresca la sangre del