Página:Siluetas parlamentarias.djvu/35

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imaginármelo, pues que hubiera sido imprudente que yo forjarse el rayo destinado á caer sobre mi propia cabeza!»

Ahí debió terminar el orador, ó por lo menos no dar al discurso otro giro, mas adecuado al tono pero estraño á la habitual serenidad del hombre que, como Manuel, «es siempre dueño de sí mismo, y ducho en el arte de exponer, resumir y terminar».

«Declaro, entónces, -agredo el Diputado,- para que me oiga la Cámara, y para que lo sepa el país entero: que si esta práctica se sigue ejercitando, contra los preceptos terminantes de la Constitución, y contra las conveniencias de la ley parlamentaria, yo usaré de represalias, y haré en esta Cámara, siguiendo el desgraciado sistema que se pretende implantar, caricaturas sangrientas de algunos de aquellos que han tenido una participación acentuada en los acontecimientos políticos de los últimos tiempos!»

Deraillement!... Este párrafo despoja de todo su efecto al anterior, infinitamente mas bello. Y, aunque parezca una paradoja, el primero es mas enérgico que el segundo, por ser sabido que la amargura de los cargos es mas eficaz que la causticidad de las amenazas.