pensamientos revistiesen la acritud que destilan esos tribunos, ó si manejase el apóstrofe con la temible destreza de Estrada.
Por mi parte, estoy convencido de que, tanto la voz como el carácter del orador entreriano, provienen de la naturaleza que le tocó en lote dentro del gran bazar del mundo.
Pero creo tambien que el talento es una gran fuerza correctiva de las físicas y morales que cada hombre tiene á su servicio.
Es decir, espero que el doctor Leguizamón evite, todo lo que pueda, atacar las notas de la invectiva, del apóstrofe ó de la conminación: de mucho efecto en su espresión pero incompatibles con los puntos de vista, serenos y elevados, desde los cuales ordinariamente examina las cuestiones dicho Diputado.
Por ejemplo, el doctor Leguizamón ha sabido darle todo el sabor agradable que requeria, á esta simpática peroración:
«Yo no sospechaba, -y creo que solo habria podido sospecharlo un espíritu perturbado por preocupaciones erróneas ó por pasiones inconfesables,- no sospechaba, repite, que mis palabras habrian de producir la tormenta que he sentido tronar á mi alrededor estos dáis, en las filas de los opositores; y menor podia