Sin pensarlo hemos dado á este prodigio mas estensión de la que nos habíamos propusto al ocuparnos del doctor San Roman, cuya silueta parlamenteria deseamos presentar á los lectores de EL NACIONAL como un homenaje al distinguido ciudadano, víctima en este momento de las mas cruel de las injusticias del oficialismo insaciable, tribu de indios voraces que no solo atentan contra la vida de los cristianos, sino que en su furor se llevan hasta los pequeños despojos de las familias.
El doctor San Roman es mas que una inteligencia superior, cuando despues de veinte años de confinamiento en La Rioja, donde el comercio de las ideas es escaso y el estímulo un éxito, puede aun presentarse vigoroso en el Congreso Argentino á sostener la legalidad de sus títulos con un brio de que hay poquísimos ejemplos en esta época de cobardías, de partidarios del éxito, de pordioseros políticos, cuyo único oficio consiste en adular á los que mandan para recibir una propina en forma de empleo.
Es necesario conocer la vida de Provincias como La Rioja para darse cuenta del empobrecimiento intelectual que ocasiona la falta del choque de ideas y la ausencia del libro, del