de rostro atrayente y de diccion simpática, -Epifanio Portela, el porteño millonario en recursos fisonómicos, y cuya frase suele participar del empuje avasallador de su acento vibrante y torrentoso.
A Luis Leguizamón, el entreriano de palabra convincente y de voz débil, -se oponia Angel Casares, con su elocuencia viril, y con las notas agudas cuyas vibraciones eran trasunto del oleaje de las pasiones de su alma.
San Román reunia la causticidad del espíritu crítico á la vehemencia de las almas nobles. Y su frase incisiva parecia reflejarse en los lábios de Mansilla, -sus intenciones ágrias actuaban sobre los músculos faciales de Lainez,- y la contundencia de sus argumentos lastraba las arengas concisas de Demaria.
Finalmente, a la elevación de los puntos de vista de Marcos Avellaneda, correspondian la oportunidad reflexiva de Luro, y la honradez oratoria de Villamayor.
Este conservó siempre una actitud modesta entre sus correligionarios.
Se preocupaba, como los que menos, del porvenir de su personalidad, sin dejar por eso de colaborar en todas las iniciativas trascendentales y difíciles.