Partidario moderado, á juzgar por su corteza, tal vez pueda atribuirse á semejante circunstancia el círculo respetuoso que amigos y adversarios han trazado en torno de la figura simpática de Villamayor.
Pero como quiera que su apacibilidad de caracter haya sido factor no despreciable para rodearse de tan rara consideración en momentos de porfiada lucha y de pasiones enardecidas, otra es la causa eficiente del inesplicable fenómeno.
Villamayor atesora un caudal de virtudes política, suficiente para consolidar la reputación, no digo de un as ó figura, sinó hasta del dos mas menguado de una baraja electoral.
Eso no basta. Es necesario que el político honrado lleve á la vista de todo el mundo el reclame de su factura moral.
Que su rostro sea el S. G. D. G. que abone la pureza del alma.
Y Villamayor no tiene, entre las líneas duras de su rostro árabe, una sola que denuncie algun cabo suelto de la perversión ó del ridículo.
No hay por donde atacarlo. Sí, como Aquiles, oculta la vulnerabilidad en el talón, trabajo le doy al adversario que intente traspasar con su