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platillo de las culpas sólo unas cuantas flores ajadas i descoloridas.

Su terror e inquietud se trocaron entónoes en una alegria sin límites, al comprender que aquellas florecillas, cuyo peso podia neutralizar el mas levisimo soplo, representaban todo el mal que habia desparramado en la tierra. ¡Cuán severamente se habia juzgado! Pero, i ahora estaba cierta, su alma era de las elejidas e iria recta al Paraíso. I confortada con la vision de la eterna bienaventuranza, evocó la lejion innumerable de sus buenas obras. Estas eran tantas, que casi deploró que su culpa fuese tan pequeña, pues, bastaría la mas insignificante de sus nobles acciones para inclinar la balanza en su favor. I ella quería ostentarlas alli todas, para que el divino juez le asignase el máximnm del premio a que era merecedora.

Por eso, cuando fueron amontonándose en el platillo del bien sus actos de piedad relijiosos, de caridad i de abnegacion, sin que la posicion de la balanza se modificase, sólo esperimentó un principio de estraneza, que se convirtió en asombro, viendo que el arcanjel remataba su tarea poniendo sobre aquel cúmulo de virtudes, las moles jigantescas de un hospital i de una suntuosa capilla con sus cimientos de piedra, su cruz de hierro fundido i su veleta de laton.

Pero, la balanza, permaneció inalterable i, de súbito, un espectáculo pavoroso llenó de espanto el alma de la princesa. Satanas, que se reía, abandonó