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contra la tierra, se levantó i volvió a caer. Como una luciérnaga maravillosa erró a traves de los campos i su brillo, infinitamente mas intenso que el de millones de diamantes, era visible en mitad del dia i de noche centelleaba en las tinieblas como un diminuto sol.

Los hombres, asombrados, buscaron mucho tiempo la esplicacion del hecho estraordinario, hasta que un dia los magos i nigromantes descifraron el enigma. La errabunda estrella era una hebra desprendida de la cabellera del sol. I añadieron que el que lograse aprisionarla veria trocarse su existencia efímera en una vida inmortal; pero, para cojer el rayo sin ser consumido por él, era necesario haber estirpado del alma todo vestijio de piedad i amor.

Entónces, todos los lazos se desataron, i ya no hubo ni padres, ni hijos ni hermanos. Los amantes abandonaron a sus amadas i la humanidad entera persiguió, como desatentada jauría, al celeste peregrino por toda la redondez de la tierra. Noche i dia millares de manos ávidas se tendieron sin cesar hácia el ascua fulgurante, cuyo contacto reducia a la nada a los audaces i sólo dejaba de sus cuerpos, de sus corazones egoistas i soberbios, un puñado de polvo de un matiz de trigo maduro, que parecía hecho de rayos de sol.

I aquel prodijio, incesantemente renovado, no detenia el enjambre de los que iban a la conquista de la inmortalidad. Los que sucumbian eran sin duda aquellos que conservaban en sus corazones un ves-