San Felipe, que era navío grande, y muy cargado de mercaderías y pasajeros, de que iba por cabo, y general, don Matías de Landecho, tuvo muchos temporales en el viaje; de manera, que con uno dellos, le fué necesario alijar mucha ropa, y perdió el timon en altura de treinta y siete grados, á seiscientas leguas de las Filipinas, y ciento cincuenta del Japon; y viéndose sin remedio de proseguir el viaje, se trató de arribar á las Filipinas, y comenzaron esta navegacion, mudando la derrota que llevaban: en que de nuevo se les ofrecieron mayores dificultades y trabajos. Viéronse muchas veces perdidos, porque las mares eran muy grandes, y como la nao no llevaba timon, sacudía la jarcia y pocas velas que llevaba; tanto, que todo se hacía pedazos, y no podían ponerla á camino, y tomaba por avante tantas veces, que estuvo á mucho peligro de zozobrar, perdida la esperanza de volver á las Filipinas. Hallaba que la tierra mas cerca era el Japon, pero que no lo estaba tanto, que la nao pudiese llegar allá, ni acometer su costa, que es muy brava, y dellos no conocida ni vista, ni cuando tuviesen ventura de llegar á ella, sabían como serían recibidos de los Japones. Aquí era la confusion, y diversidad de pareceres de la gente que iba en la nao; unos diciendo, no se mudase la derrota que llevaban para Manila, aunque fuese con tanto riesgo y descomodidad como se vía; y otros, que era temeridad hacerlo así; y que pues el Japon estaba mucho mas cerca, fuesen á él, en demanda del puerto de Nangasaki, de donde hay comercio con las Filipinas; donde hallarían acogida, y recaudo para aderezar la nao, y proseguir de allí su viaje. Este parecer prevaleció, que algunos religiosos que iban en la nao, lo abrazaron, y los demas se conformaron con él, por asegurar los pilotos, llevarían la nao al Japon con brevedad; y así mudaron para allá la derrota: y al cabo de seis dias, descubrieron la costa y tierra del Japon, en una provincia
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