personas inteligentes, pidiéndoles le diesen su parecer, dándoles á entender su deseo, y algunas razones con que pretendió persuadirlos, á que conforme á él le respondiesen. El audiencia le aconsejó, que no quitase ni alzase el presidio de la Caldera, sino que los socorriese y mantuviese, y que con la mayor brevedad que fuese posible, se fuese á lo de Joló y el río de Mindanao, aunque fuese quitando (lo que para ello fuese menester) de cualquier otra parte, por ser la necesidad mayor, y á que más convenía acudir en las islas, así para pacificar aquellas provincias, como para tenerlas enfrenadas, para que no se alentasen, viendo salidos los Españoles de todas ellas, y pasasen con su atrevimiento adelante, bajando á hacer presas á los Pintados, y meter la guerra dentro de casa[1]. Sin embargo desta respuesta, el gobernador se resolvió á quitar y alzar el presidio, y envió orden al capitan Villagra, para que luego quemase el fuerte, que estaba hecho en la Caldera, y se retirase con toda la gente y navíos que tenían consigo, y se viniese á Manila, que se ejecutó con brevedad, porque el Capitan y soldados del presidio no esperaban otra cosa, para desmantelarlo y venirse. Como los Joloes vieron salir de la tierra los Españoles, se persuadieron no volverían mas á Mindanao, ni tenían fuerzas para ello, y cobraron nuevo brío y esfuerzo, para juntarse con los Buhahayenes del río, y armar cantidad de caracoas y otros navíos, para salir á las costas de Pintados, á robarlas y hacer cautivos. Los Tampacanes, que perdieron la esperanza, de haber de ser mas ayudados de los Españoles y de su vuelta al río, pues tambien habían desamparado el presidio de la Caldera, y salídose de la tierra; para escusar la guerra y daños, que de sus vecinos los Buhahayenes recibían, se acordaron y juntaron con ellos, volviendo todas las armas
- ↑ Como después sucedió.