que entendieron algun tiempo, con que cesó de todo punto la pretension de Faranda Quiemon, de hacer jornada sobre Manila, y no se trató mas della. Y como las cosas del Japon nunca tienen asiento, sino que siempre han andado revueltas, no pudieron durar muchos días en este estado que Taico las dejó; porque, con el nuevo gobierno, y haber venido á la corte, y á las otras provincias del Japon, los Tonos, y señores, y capitanes y soldados que el Combaco en su vida había ocupado (por divertirlos de las cosas de su reyno) en las guerras de Coray con el rey de China, se comenzaron á destemplar y corromper los hombres, de manera, que los cuatro gobernadores anduvieron en sospechas y diferencias con Yeyasudono; temiéndose que su manera de gobierno y proceder se enderezaba (como poderoso) á tomar para sí el Imperio, excluyendo y no haciendo caso del hijo de Taico, casado con su nieta. Encendióse mas esta llama, porque muchos Tonos y señores del reyno sentían de la cosa de la misma manera, y agora fuese, por desear la sucesion en el hijo de Taico, ó porque quisieran ver revuelta la feria, para hacer cada uno su negocio (que esto era lo mas cierto) y no la aficion de Taicosama; que como tirano mas había sido temido que amado, estos persuadían á los gobernadores, hiciesen rostro á Yeyasudono, y le impidiesen sus intentos. Con este calor, se le opusieron tan de veras, que se declararon del todo, y á Yeyasudono le convino, salirse del reyno del Miaco, y irse á sus reynos del Quantó, para asegurar su persona, y volverse con fuerza de gente á la Corte, para ser obedecido. Los gobernadores, visto lo que trataba, no se descuidaron, y hicieron gente, y pusieron en campo doscientos mil hombres de guerra; con los cuales se juntaron los mas Tonos del Japon; y señores dél, cristianos y gentiles; y lo menos, quedaron á la parte y devocion de Yeyasudono, que bajó con la brevedad que pudo del Quantó, en busca de
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