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XVI
PRÓLOGO.

modesto parecer, los empleados explotantes forman un partido intransigente, mientras que los frailes renunciarían á mucho, si se les garantizase el resto.

He dicho que los adversarios de la asimilación de Filipinas cuentan con un gran número de ilusos. Entre ellos figuran en primer lugar los que padecen de la locura de grandeza de la raza europea. Á ellos repugna todo que no huele á su patria. El clima y el arte de cocina les parecen un infierno, y las narices y el color de la piel de los Filipinos malayos y mestizos les causan horror. Es verdad que esos desgraciados representantes de nuestra raza europea no pertenecen á la haute volée de la clase ilustrada, pero en cuestiones políticas no juegan el primer papel los más ilustrados; así tenemos que contar aún con estos ejemplares del genus humanum. Pertenecen á la clase intransigente, porque de gustibus non est disputandum, y es una desgracia para España que esa clase sea muy numerosa. Culpa del gobierno de la metrópoli es, porque, desde la escuela no supo inspirar á la juventud peninsular un cariño activo para sus hermanos oceánicos; se cultiva el peligroso orgullo nacional que es provocador y suicida, pero se olvida implantar en los niños el amor y el entusiasmo para todos los países y todas las razas que forman y pueblan el reino español. Si España no tuviese millones de súbditos colorados, santo y muy bueno que la juventud española se eduque en ilusiones altivas, que todo hombre no español sea un inferior ó repugnante, pero como aun España conserva restos de su antiguo dominio colonial, parece más que imprudente, que jóvenes peninsulares se olviden de que por los menos 1/3 de los súbditos españoles no tienen la dicha fenomenal de haber nacido en la península. Ese orgullo nacional y europeo se presenta muy agresivo é irritante y es el mayor enemigo de España, porque sienta por indiscutible la superioridad de los castilas y no permite ni la realización de las aspiraciones de los Filipinos ni aun la discusión de las cuestiones filipinas en un sentido favorable á los deseos del país. Y esto es tanto más lamentable, cuanto que una favorable solución de la cuestión filipina es segura, siendo solamente inseguro el tiempo y la cuestión de si la solución se