jornadas y victorias, pues se convirtieron en desastrada y cruelmente (cuando le pareció lo tenían mas cierto, y asegurado) que por ventura sus intentos y pretensiones no eran tan ajustados con las obligaciones de la conciencia como debieran; tampoco quiso Dios que el moro Malayo quedase sin castigo.
Cuando este Malayo entendía había de llevar la mejor parte del reyno de Camboja, con haber muerto á los Castellanos y Portugueses, y sus capitanes, y al mismo rey legítimo y natural, que los favorecía, se halló mas engañado de lo que había imaginado; porque las revueltas y alzamientos de las provincias dieron motivo á algunos Mandarines poderosos en el reyno, y que tenían, y sustentaban la parte mas sana, que se juntasen á vengar la muerte del rey Prauncar, con las armas, y así las volvieron contra Ocuña Lacasamana, y sus Malayos, y viniendo con él á batalla, en diferentes ocasiones los vencieron, y desbarataron; de manera, que al moro le fué forzoso salirse huyendo (con el resto de su gente que le había quedado) de Camboja, y pasarse á el reyno de Champa, su confin; con ánimo de turbarlo y hacer guerra al tirano que lo poseia, y apoderarse de todo, ó de la parte que pudiese. Tampoco esto le sucedió bien; porque, aunque metió la guerra, y desasosiegos que traía consigo, en Champa, y dió bien que hacer al tirano y á los suyos, al cabo fué muerto y desbaratado, y vino á pagar miserablemente (á sus manos) sus pecados.
Los Mandarines de Camboja, que se vieron sin el Malayo, y todavía turbado el reyno, como lo había dejado, y sin sucesor varon, descendiente de Prauncar Langara, que murió en los Laos, volvieron los ojos á un su hermano, que el rey de Sian había cautivado, y llevado consigo, en la guerra que hizo á Langara, y le tenía en la ciudad de Odia, pareciéndoles que éste tenía mas derecho, por legítima sucesion, al reyno de Camboja, y que con su presencia, se pacificaría mejor. En-