truídos, pero el ejemplo de Bulgaria prueba que la vida constitucional no depende del número de analfabetos y letrados. Aun es de añadir que ahora no es tiempo de discutir la cuestión por si es ó no mejor retardar el momento de la emancipación constitucional, si no queremos provocar el peligro de: Hispania deliberante Philippinae perierunt. Nadie debe olvidar que el estado actual es insoportable para todo hombre que tiene bastante dignidad en su pecho y aun para el último sementerero, porque donde quiera que mire, ve opresión, injusticia y humillación ofensiva é injuriosa, y sobre esto la imposibilidad de defenderse, porque el último criminal peninsular se cree y se reconoce como superior aún al mejor y más noble hijo del país, mientras que cada Filipino que no se calla y dice ¡amén! á todo acto de despotismo y corrupción de la casta dominante recibe la denominación de filibustero y corre el peligro de ser desterrado, y no sólo él, sino también sus amigos; pues en Filipinas se castiga no sólo el reo, sino también toda su familia, corporal y espiritualmente, como lo demuestran las vejaciones de tu familia. Esa masa pacifica y gobernable oye con mayor gusto lo que le dicen sus ilustrados hijos que lo que le predican los frailes, porque naturalmente tienen más confianza en los hombres de su raza que en los de otra, que siempre hacen gala de superioridad. Así las Filipinas se tomarán su representación parlamentaria y sus derechos de vivir libres y respetados, por medio de la fuerza, si no se les da gratuitamente; pero dudo de que en el primer caso los Filipinos vayan á Madrid como diputados. Seguramente que los ilusos de este grupo confían en el cuadro que pintan del indio los frailes y la mayoría de los escritores peninsulares: los unos lo desfiguran por pasión, los otros porque cegados de su orgullo no conocen que así les espera un muy desagradable despertar.
El tercero y último grupo de los ilusos reúne en sí las ideas de los dos primeros; pero su orgullo nacional y europeo no es exagerado hasta degenerar en locura de grandeza, ni es agresivo ni injurioso; así son mejores que el primer grupo, pero peores que el segundo, porque éste por lo menos promete á las generaciones del porvenir lo que piden las generaciones con-