Sus casamientos destos Naturales, comunmente, y de ordinario eran y son, principales con principalas; Timaguas con los desta calidad; y los esclavos con los de su género; y otras veces se mezclan unos con otros[1]. Tenían una mujer, con quien se casaban, por la mujer verdadera y señora de la casa, que se llamaba Inasaba[2], y á vueltas della, otras como amigas. Los hijos de la primera eran tenidos por legítimos, y herederos enteros de los padres, y los que de las otras habían, por no tales, y dejábanles algo señaladamente[3], pero no heredaban.
La dote, la llevaba el varon, y se la daban sus padres; y la mujer, no llevan[4] nada al matrimonio, hasta haberlo heredado de los suyos[5]. La solemnidad del casamiento no era mas que concertarse entre los
- ↑ Esto prueba que las relaciones de estas clases entre sí no sólo estaban muy lejos de parecerse á las que tenían los señores del Occidente con sus siervos, sino que eran aún más cordiales que las de los patricios con el pueblo romano, entre quienes estaba prohibido en los principios establecer lazos de familia por medio de casamientos. Si los principales y timawà filipinos hubiesen sido tan tiranos con sus inferiores como nos los pintan, no habría habido estas uniones: el odio y el desprecio habrían separado las clases.
- ↑ Inasawa, más correcto asawa (consorte).
- ↑ Otra prueba de la benignidad y previsión de las leyes.
- ↑ No lleva.
- ↑ Esto continuaba la unión entre padres é hijos, medida más sabia que la que se sigue en muchas partes de Europa, en donde se ven casos de descuidar los hijos á sus padres, una vez apoderados de su patrimonio, ó de no consentir los padres que se casen sus hijos por no separarse de su peculio. Se ven en Europa hijos más ricos y más desahogados que sus padres, pasando meses y años sin verlos; hay padres que prefieren que sus hijos salgan quintos á ser casados, cosas que no suceden en Filipinas, ni aun ahora, porque estas costumbres subsisten. Decimos que esta medida continuaba la unión y no la afección por ser este un sentimiento que siempre se supone, siendo en muchos esta afección rayana en veneración: mientras vive el padre ó la madre, el hogar continúa, aunque todos los hijos estuviesen casados y viviesen separadamente. Naturalmente, la mujer no llevaba ni lleva dote; las cualidades de la mujer filipina, el ser más bien ayuda que carga para el marido, rechazan esta costumbre, necesaria á la europea, por ser ésta, sino una carga, en general un aumento en el presupuesto del varón. En Filipinas la mujer no va á pescar marido, sino va á escoger; el marido no toma la pesada carga ni el yugo del matrimonio, sino una compañera que le ayude é introduzca la economía en la vida irregular del soltero.