él se había hecho para el gobierno: y ordenándoles, se viniesen con toda brevedad á Manila, que se hallaba muy sola, y sin el recaudo necesario para cualquier cosa que se ofreciese.
Esta nueva, causó mucho sentimiento en la armada, y don Luis Dasmariñas, y el capitan Esteban Rodríguez de Eigueroa, cada uno en su pecho, se prometió que había de entrar en el gobierno; entendiendo que el gobernador le dejaba nombrado, y con esta esperanza, ambos juntos, con los mejores navíos, y gente de la armada, vinieron á Manila con la brevedad que pudieron, á un mismo tiempo. El licenciado Pedro de Rojas, temiéndose deste recaudo, que el gobernador dejaría en los papeles y escritorios que tenía en el monasterio de San Agustín de Manila, en poder de Fr. Diego Muñoz, prior y comisario del santo Oficio, hizo diligencia para haberlos en su poder: y aunque tomó algunos, no el dicho despacho, que el prior se había anticipado en guardar un escritorio, donde entendían había de hallarse, hasta que don Luis Dasmariñas llegase á la ciudad. Llegó de la provincia de Ilocos el secretario Juan de Cuellar, que escapó de la galera: y certificó había nombramiento hecho por Gomez Perez para la sucesion del gobierno: pero no dijo en quién, ni en qué papeles se hallaría, con que el licenciado Pedro de Rojas, y los de su devocion estaban mas cuidadosos.
Pasáronse en esto cuarenta días, que al cabo dellos, pareció don Luis en la bahía, sobre la ciudad, con Esteban Rodriguez de Figueroa, y mucha gente en su compañía, donde surgió, sin querer entrar en la ciudad, ni desembarcarse[1]. Hizo buscar los papeles[2], que se habían guarecido en San Agustín, y entre ellos pareció la cédula y nombrado don Luis Dasmariñas, en la sucesión del gobierno. Hubo de su parte quien