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124 POLÍTICA DOMÉSTICA

—¿Conoce usted á la que va en ese carruaje?

—¡Que si la conozco! Ciertamente que la conoz- col ¿Y quién no la conoce?

—¿Cómo se llama? ¿Dónde vive?

—No lo sé; pero es mujer de un opulento usure- ro que engorda con la sangre de los pobres.

Conocí que Angustias iba á caer en uno de sus accesos, y la invité á comer, proponiéndome pasar con ella el resto del dia, para distraerla. Al entrar con ella en casa, recibí una esquela que mi espo- so me había dirigido desde su oficina, apresurándo- se á participarme que el Congreso acababa de con- ceder á mi madre—que seguía residiendo en Cór- doba, desde que enviudó —una pensión como recom- pensa por los buenos servicios que mi padre había prestado á la nación. Enel primer impulso de mi alegría, presenté la esquela á Angustias para que participara del placer que yo experimentaba. Mien- tras la estuvo leyendo, sus facciones se contrajeron, sus ojos centellearon, el semblante se le puso ver- doso;, y cuando hubo concluído, se levantó con íra mal reprimida, tiró el papel sobre el velador, y me dijo:

—¡Ah, señora! Usted, que á mi mamá y á mí nos llama amigas, ha obtenido secretamente esa pen- sión para su madre, sabiendo que la mía la mere- ce más. ¡Semejante reserva ha sido una traición, señoral