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POLÍTICA DOMÉSTICA 153

en su aplicación. Óyeme, hija mía: la cólera pro- cede del amor propio desordenado, pero las perso- nas humildes de corazón son amables y pacíficas. El Divino Maestro nos ha dicho: Aprended de mi, que soy dulce y humilde; y juntas van siempre la humildad y la dulzura. ¡Cosa extraña! otras pasio- nes no nos causan arrepentimiento, sino por el mal que con ellas hacemos; la cólera nos causa remor- dimiento hasta de lo bueno: asi es que tenemos que acusarnos, ante Dios, del deber que hemos cumplido, del servicio que hemos hecho, con arre- batos de ira». —Y el buen padre añadió: «Mi que- rida hija, algún dia serás madre; pues bien, guár date, por Dios, de esa pasión, de esa extrema vi- vacidad que produce contra la naturaleza de los niños el efecto que un viento tempestuoso contra las plantas: el huracán rompe los arbustos, no los endereza: la lluvia mansa, y no el torrente de la tempestad, es lo que fertiliza la tierra. Jamás ben- dice el Señor la obra de la cólera, siendo Él todo caridad y dulzura, todo amor y humildad. En fin, Juanita mía, acepta con buen propósito, y no ol. vides nunca, el consejo que te doy; procura se- guirlo con tus pobres hermanitos, para quienes Dios quiere que sirvas de madre.»

Juana reconocía la verdad de estas observacio- nes, pero la viveza de su genio atropellaba fre-