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160 POLÍTICA DOMÉSTICA

tán mandó ensillar un caballo, y dispuso que su esposa montara en la grupa. Aunque la recien casada tenía buena voluntad de acompañarle, se sintió ofendida por tan terminante disposición, y vaciló. ¡Va una! —díjole riendo su marido—pero ella se decidió, y partieron.

El capitán tenía un hermoso lebrel, el cual, al salir de la quinta, vió unos patos y los corrió. Lla- móle su amo, y le dijo: Sol ¡va una! El matrimo- nio montaba va soberbio alazan; pero como el cami- no era malo, el caballo tropezó. «¡Va una» !—dijo el capitán, —Al pasar por delante de una chacra, el perro persiguió á unas gallinas. «¡Van dos!» El caballo dió un mal paso «¡Van dos!» Todo esto, dicho sin ira y como broma, divertía mucho á la esposa. «Ya ves, niña mía, que no me encolerizo y que soy un buen hombre, como te decía yo esta mañana.» Caminaron media legua más, y Sol dió caza á unos pavos que guardaba un muchacho. Apeóse tranquilamente el capitán, tomó de la tapa- funda un revólver y llamó al perro. «¡Van tres!» — le dijo, traspasándole con un balazo el corazón— y volvió á montar á caballo con la misma tranqui- lidad con que se había apeado. Pero su mujer no reía ya.

—Yo me figuraba— dijo ella—que querías mucho á tu perro.