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POLÍTICA DOMÉSTICA 165

esas mujeres que pretenden conservar hasta en su vejez la ligereza de los años juveniles; y aunque la mayoría de los murmuradores no tenga idea completa del deber, tiene á lo menos el senti- miento de lo que es impropio de cada situación, y cierto tacto bastante delicado para distinguir lo que es impertinente y de mal gusto. La mujer madura que obstinadamente pretende conservar espíritu juvenil, encuentra en él un verdugo cruel que la azota con rigor implacable; rigor muy me- recido, que toda persona de buen juicio debe aprobar.

Es necesario que toda mujer comprenda bien su posición y acepte valerosamente los deberes que para consigo misma y para con sus semejantes le impone la edad. Cuando los años han pasado alterando poco á poco la frescura de la juventud y dejando señales más ó menos perceptibles, pero evidentes, de sus huellas, es tiempo de dar el adios á las distracciones juveniles; pues hay un día, una velada, una hora en la vida, que son el último día, la última hora de la juventud. Sale de un baile una mujer, y parece joven todavía; pero acordes el buen sentido y la razón le dicen: deja al mun-