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POLÍTICA DOMÉSTICA 211

pendencia, emplea todos los medios de evadirla, y requiere, bajo este respecto, vigilancia infatigable; pero esta vigilancia, ¿no es parte esencial de las obligaciones de toda ama de casa?

Algunas señoras caen en un inconveniente con- trario al que acabamos de indicar: se creen obliga- das á ejecutar incesantemente actos de autoridad, y se figurarían haber perdido su tiempo, si á cada momento no hubieran atormentado á sus criados, impuesto á uno cualquier contrariedad inútil ó dicho á otro algunas palabras picantes. “Tales señoras creen que es energía ese espíritu enredador, y se inflan de autoridad, haciéndose insoportables; para ellas, todas las faltas son iguales: una sirvienta que haya ajado una cinta, es tan culpable como un la- drón. ¿Debemos decir lo que pensamos de seme- jante manera de gobernar? Toda mujer de carác- ter verdaderamente delicado sabe preservarse de la exageración; se guarda de tratar como faltas gra- ves las infracciones leves ó flaquezas perdonables, de las que no están exentas las personas de mejor índole, y procura gobernar conciliando la dulzura con la energía, pues esta última no le impedirá con- servar en sus hábitos de mando la cortesanía que las personas bien educadas no olvidan en ninguna circunstancia. Generalmente, se procura no revelar defectos y caprichos. Para disimularlos, se suele