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POLÍTICA DOMÉSTICA 279

na—hasta que el Señor nos depare mejor suerte—á exponerle á los peligros que podrían rodear su inocencia y corromper su corazón, lejos del amoroso cuidado de su madre.

Al llegar á este punto de su narración, la mendiga estampó un beso lleno de ternura en la frente del alegre chiquitin, que se lo devolvió con un abrazo de infantil entusiasmo.

—Admiro y respeto tanta abnegación—dijo la señora—; pero creo haber entendido antes, que su hijo es completamente feliz, y yo desearía que us- ted me explicase la manera con que sabe infundir tan saludable conformidad en esa tierna criatura, ya que, desgraciadamente, no conozco el secreto de poder yo hacer feliz á la mía, teniendo á mi dis- posición muchos más medios para conseguirlo.

—Es harto sencillo, amable señora. Mi más cons- tante cuidado consiste en apartar de la vista de mi ni- ño todo aquello que no está en mi mano prodigarle; y, al mismo tiempo, premiar su obediencia y su doci- lidad con algún placer extraordinario, que le es tanto más grato cuanto más de tarde en tarde se lo proporciono. “Por ejemplo: salir al campo y correr por una verde pradera, cazar mariposas ó coger florecillas es el colmo de su felicidad. Por lo demás, la alegría propia de su edad hace que viva satisfecho y que yo no necesite buscar muchos medios para distraerle.