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ó que supo el hábil sacerdote tocar el corazón del inflexible Jefe, ello es que una hora más tarde se divisaba flotando el poncho del gaucho á galope en dirección al rancho blanqueado, que á lo lejos aparecía como vislumbre de esa última esperanza.


II

La oración sería, cuando ya entre dos luces metió la cabeza un emponchado por la ventanita trasera de su pobre rancho, sorprendiendo cuadro de lástimas, ayes, llantos y gemidos que partían el corazón, el mismo corazón que no tembló cuando leyeron su sentencia!

De rodillas ante una tosca imagen de San Santiago, entre dos velas amarillentas de baño, cuyo pabilo ennegrecido humeaba, vió á su hermana con sus cuatro hijitos, rezando el bendito y rogando al Santo de su pueblo por la salvación del padre en capilla, mientras que en otro rincón más obscuro se ponía su mujer, á quien recién se le anunciaba la tremenda desgracia, el escapulario del Carmen, descolgándolo de la cabecera de la ancha cama de su buen compañero, para llevárselo como único consuelo en su pobreza.

Oyendo entre llantos y Padrenuestros, la voz