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inspiradas á la consagración del virtuoso sacerdote.

No tardó la ocasión de poner en práctica las lecciones que de tan ilustre médico filósofo recibiera, y así como el maestro, á sol y á sombra recorría el barrio cerrando heridas en la negra noche del año 40, el piadoso médico de almas cerraba heridas que no sangran.

De los viejos vecinos del barrio de la Concepción, por tantos años contertulianos en la renombrada botica de Amoedo, más fácil sería enumerar los que en distintas épocas, desde el año 1818, dejaron de echar su cuarto de hora de palique, primero con el padre, luego con su hjo (don Rafael), quien, á pesar de sus años, sigue regenteándola con la honorabilidad del padre que la fundó. Los más inmediatos, como don Feliciano Cavia, don Francisco Rincón, Udaquiola, el benefactor señor Areco — ricos estancieros del Sur — médicos como los cuatro Cuenca, del Arca, Malaver, contadores, Leloir, Aldama, Goyena, Vivas y Marín, Casavalle, Jurado, Cárdenas, Flores, Morado, García Zuñiga, García del Molino, y más notables del barrio, en un siglo cambiaron su palabra, recibiendo tantos remedios de botica, como del alma, expandida en el seno de la más sincera amistad.


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Y ampliando la narración del canónigo Silva,