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tropezando al gangosear la interminable seguidilla ora pronobis, sino también en lucida concurrencia lo más notable: señoras de las principales familias seguían salmodiando preces. Tras las bellas señoritas Juana Zelaya, Ercilia Camelino, Carmen Mohando y Adela Billinghurst, bella entre las hermosas correntinas, deshojando rosas por delante de la Virgen, veíanse representadas familias de Madariaga, Pampín, Cabral, Gelabert, Vedoya, Justo, Derqui, Cossio, Lagraña, Igarzábal, Baibiene, Guastavino, Torrent, Escobar, López, Vidal, Rolón, Ferré, Acosta, Pujol, Molina, Virasoro, Astrada, Vivar, Mantilla y otras muchas piadosas de aquel jardín de azahares. Resaltaba la devoción de la entusiasta patricia señora Berón de Astrada, hermana del gobernador sacrificado en Pago Largo, nonagenaria actualmente.

En la estación de la segunda bocacalle se adelantó el anciano patriota don Serapio Mantilla, que á sus ochenta navidades todavía preludiaba el trémulo en el famoso violín, recuerdo del general Belgrano, y dirigiéndose al grupo de oficiales de Buenos Aires, en que era tan querido, exhortó:

— «Mis jóvenes amigos. Bueno es no dejarse poner el pie adelante por nuestros aliados, en decisión ni en devoción. Con razón ó sin ella, los