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IV

Tiempo pasó para llegar á domar la aspereza de lengua más indomable que mula cuyana dura de boca, atascado en el «quis vel qui»: todos los burros se atracan aquí. Pero tras largos años de estudios de consagración ejemplar, logró vestir hábito, alcanzando corona, y al fin cantó misa. Misa de Gallo, entre gallos y media noche, que era para el tenaz correntino la primera, sin duda para que no se percibieran galones bajo el sayal, y de sacristán ordenado «in sacris» de padrecito de misa y olla, aun no siempre contando con esta última, eleváronle á cura de almas, nombrado párroco en la iglesia de San Miguel en Corrientes. Allí predicaba en guaraní, según había ofrecido, y como más fácilmente se hacía comprender por los rurales de su feligresía, practicaba todas las virtudes, descollando en la enseñanza evangélica, en caridad cristiana y vida ejemplar. Día y más de uno hubo, que pobre mujer iba á decirle: «Padre, vengo á encargarle una misa por mi madre que en gloria esté, pero no tengo con qué pagarle, sino este único huevito que la comadreja olvidó en espeso biznagal que rodea mi pobre rancho.»

— Bueno, no importa hermana; será servida.

Todavía ese huevo no lo destinaba á su