Página:Tradiciones argentinas Primera serie.djvu/268

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se le extendían; otras oprimían fríamente la suya. El Jefe nada decía, pero los subalternos decían demasiado, condensándose malsana atmósfera para el sospechado.

Ya se tramaban sordamente murmuraciones contra el que, si para unos estaba convicto, para pocos era el oficial digno que había dado lección de dignidad. Serio, silencioso, imperturbable, seguía cumpliendo todas sus obligaciones, observando al pie de la letra la Ordenanza, en cuyo examen obtuvo diez, y alejándose precipitadamente con el bulto acusador.


II

Y en tanto no aparece la plateada cigarrera, que se había hecho humo antes de convertirse en tal su contenido, pero nó en lo mismo el honrado joven, a quien se inculpaba su traspapelamiento, prendiendo un puro, echaremos el parrafito de bueyes perdidos; que tal parecerá recordar ese hermoso sentimiento de amor filial tan escaso ya, como los diamantes del Cabo en la lejana región que al fulgor de los cañonazos de la más poderosa de las naciones, la más pequeña aparece al mundo dando ejemplo de amor al terruño.

La antigua Roma, cabeza del mundo que