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usted, señor Comandante, que para mis propios camaradas habría sido bochornoso sacar la cena así escondida: hubiera preferido sacar el sable antes que dejarme registrar.

El Comandante que recordaba haber debido socorrer en sus penurias una anciana madre en la indigencia, se levantó conmovido á estrechar las dos manos del joven, volviéndose con prontitud para no dejar percibir dos gruesas lágrimas descendiendo á perdrese entre sus blancas barbas.


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En época ya lejana fuí soldado; no recuerdo si la Ordenanza que castiga al que se agacha al paso de las silbadoras, prohibe á un jefe emocionarse ante el subalterno.

Fué otro bolsillo ocultador el que sindicó sospechoso al honrado hijo, ejemplo de amor filial. Descosido un forro interior en el capote militar del Jefe, cayó la cigarrera al fondo. Inmediata investigación justificó la sinceridad del hijo bien amado, como la situación afligente de la anciana madre, y que el bultito denunciante del que se retiraba precipitadamente de sus compañeros, alimento era para el ranchito blanco y limpio que á lo lejos se divisaba.

Comprobados los hechos, el Comandante volvió á llamar ante su presencia al pundonoroso