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y erguidos, á la misma altura lleguemos. Sacudamos el pesado yugo. Si con Tupac fuimos vencidos, fué por falta de unión. Que de la Tierra del Fuego al Golfo Mexicano se oiga sólo un grito: Libertad!»

Estas palabritas mal sonantes en catilinarías por el estilo, repetía el papelito sorprendido que con otros, bajo sobre, recibió el 3 de Febrero de 1810 el Virrey Cisneros, del de Abascal, transportado en cien dias á toda carrera de Lima á Buenos Aires.

El Virrey del Perú encargaba «muy mucho», como suena en la sierra, seguir la pista con suma cautela hasta descubrir el autor del libelo substraído al correo del Alto Perú y en momentos que á Nieto daban tanto trabajo «coyas» y revolucionarios.

En esquinas, postes y canceles fijáronse carteles ofreciendo alto sueldo, al escribiente de mejor letra, que se presentara.

¡Ni uno! Todos eran garabatos de cartulario y patitas de mosca. No se encontraba casi, casi, como al presente, plumífero de buena pluma, ni escribano que supiera escribir; apenas medias plumas, sin ser del barrio de las Magdalenas que tenían barrio propio, no como al presente ubicadas en los más centrales.

Oidores y Cabildantes, oficiales, alguaciles