á los ingenios del Perú. A los gritos del futuro general: «¡Viva la Patria!» contestaban negros bozales bayoneteando godos : «Toma para azúcar».
Aun no había llegado el día suspirado de su libertad, pero clareaban los esplendores del alba feliz. En vísperas que el General más joven llegó á ceñir la banda de tal, su ayudante cuidaba al inválido, como en otra ocasión cerró Pablo las heridas de Beruti.
Un mes apenas transcurriera cuando don Carlos Alvear, Presidente de la Asamblea Constitucional, pronunció estas sublimes palabras:
«Siendo un desdoro, como ultrajante á la humanidad, el que en los mismos pueblos que con tanto tesón y esfuerzo caminan hacia su libertad, permanezcan por más tiempo en la esclavitud los niños que nacen en todo el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, ordenamos sean considerados y tenidos por libres todos los que en dicho territorio hubieran nacido desde el 31 de Enero de 1813 inclusive en adelante, día consagrado á la libertad por la feliz instalación de la Asamblea General»...
Ocho años después el Protector San Martín hizo resonar este eco argentino á orillas del Rimac:
«Una porción de nuestra especie ha estado