Ir al contenido

Página:Tradiciones peruanas - Tomo III (1894).pdf/273

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
267
Ricardo Palma

II

EL QUE SE AHOGÓ EN POCA AGUA

Dicen los fatalistas que la que está de condenarse, desde chiquita no reza; que á cerdo que es para boca de lobo, no hay San Antón que lo guarde, y que el que nació para ahogarse, pierde el resuello en un charco de ranas.

No parece sino que para dar razón á tal doctrina, matadora del libre albedrío y anatematizada por la Iglesia, hubiera Dios echado al mundo á Juan de Porras, soldado que acompañó á Pizarro en la proeza de Cajamarca y á quien tocó del tesoro acumulado para el rescate de Atahualpa una partija de ciento ochenta y un marcos de plata, cuatro mil quinientas cuarenta onzas de oro.

Juan de Porras blasonaba de hidalgo, y decía que el escudo de su familia era un perro negro atado á una maza ó porra en campo de oro; y ciertamente que esas son las armas de los Porras en todos los libros de heráldica, que por incidencia hemos consultado.

Corriendo los días, Juan de Porras, que era de genio inquieto y revoltoso entre los revoltosos, pasóse del bando del marqués al del adelantado D. Diego; y como todos sus compañeros de desdicha, después de la batalla de las Salinas, tuvo que pasar la pena negra, porque el vencedor «lió palo de firme á los vencidos. ¡Eso sí que fué argolla y no la de mi paisano: Al fin reventó la cuerda, y armada en Lima la tremenda para asesinar á Francisco Pizarro, fué Porras uno de los que, con Juan de Kada, salierou del callejón de los Clérigos en demanda del gobernador. La mayor parte de los conjurados eran de aquella gente, malvada y fanática á la vez, que se persigna al ir á cometer un crimen y exclama: «Madre y señora mía del Carmen, que me salga bien dada esta puñalada, y te ofrezun cirio de á libra para tu altar.» Gómez Pérez, otro de los conjurados, dió un rodeo para no meter los pies en un charco de agua, formado por la ligera lluvia ó garúa con que el invierno se manifiesta en Lima, y Rada lo apostrofó con ostas palabras: —Cargado de hierro, cargado de miedo. ¡Vamos á bañarnos en sangre, y vuesa merced está huyendo de mojarse los pies! Andad y volvoos, que no servís para el caso.

Juan do Porras también lo clavó un puyazo á su compañero.

Vaya, Gómez Pérez, que estáis hecho una doña Melindres y que el charco se os antoja brazo de mar.