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Tradiciones peruanas

—Mi amo—contestaba Tiburcio,—¿cómo no quiere su merced que me emborrache de gusto, si las salchichas me han salido deliciosas? Si al día siguiente era también reconvenido, contestaba:

—¡Ay, mi amo! ¿Cómo no me he de emborrachar de sentimiento, si las salchichas se me han echado á perder y están malísimas?

La fama de D. Jerónimo, como adivino, se había extendido de la ciudad al campo. Las indias, sobre todo, venían desde largas distancias y le pagaban un peso por consulta.

En Lima hay bobos que, por parecerse á Napoleón el Grande, pagan cuatro soles á la echadora de cartas.

IV

Como las brujas de Mahudes y Zugarramurdi, en España, son famosas en Ica las de Cachiche, baronía, condado ó señorío de un amigo. Cachichana y bruja son sinónimos. Nadie puede ir á Cachiche, en busca de los sabrosos dátiles que ese lugar produce, sin regresar maleficiado.

Contribuye también al renombre de Cachiche la excelencia de los higos de sus huertas. Esos higos son como los de Vizcaya, de los que se dice que, para ser buenos, han de tener cuello de ahorcado, ropa de pobre y ojo de viuda; esto es, cuello seco, cáscara arrugadita y extremidad vertiendo almíbar.

Sigamos con las brujas de Cachicho.

Para no pecar de fastidiosos, vamos á hablar únicamente de Melchorita Zugaray, la más famosa hechicera que Cachiche ha tenido en nuestros tiempos.

El laboratorio ó sala de trabajo de esta picarona era un cuarto con puerta de pellejo, y en el fondo obscuro de las paredes destacábase un lienzo blanco, sobre el cual proyectaban rayos de luz atravesando agujeros convenientemente preparados en el techo,

El que venía á consultarse con Melchora sobre alguna enfermedad. era conducido al laboratorio, donde después de ciertas ceremonias cabalísticas, lo colocaba la bruja frente al cuadro luminoso y lo interrogaba mañosamente sobre su vida y costumbres, sin descuidar todo lo relativo á amigos y enemigos del paciente. Cortábale en seguida un trozo del vestido ó un mechón de pelo, citándolo para el siguiente día á fin de sacar muñeco. Concurría el enfermo, llevábalo Melchora al campo ó á algún corral y desenterraba una figurilla de trapo, clavetoada de alfileres. Pa. gaba la víctima una buena propina, y si no sanaba ora porque había ocurrido tarde á la ciencia de la hechicera.