na Echevarría, la misma que, en segundas nupcias, casó con el infortunado marqués de Torre—Tagle. Doña Mariana acompañó á su esposo, cuando éste se encerró con Rodil en el Real Felipe del Callao, muriendo ambos en 1825, víctimas de la epidemia que se desarrolló en la plaza sitiada.
Volviendo á D. Demetrio, cuando regresó á Europa en 1808 hízolo en compañía de D. Tadeo Gárate, intendente de Puno; y es fama que todas las noches, y para distraer el fastidio de tan larga navegación, íbanse á conversar á la cámara del capitán, teniendo por delante una botella de abultado vientre y dos cuernecitos de plata que hacían el oficio de copas y que cada vez que el vástago de Muradach
XVI
sentía la necesidad de remojar el gaznate, acudía á este estribillo: «;Que mundo tan cochino, D. Tadeo!
Páseme un cacho, que es contra el mareo. » Presentado el personaje, vamos á la tradición.
II
Tres meses llevaba ya de residencia en Guamanga el gobernador intendente D. Demetrio O'Higgins, cuando llegó el miércoles de ceniza del año 1880.
Aquello de tener el pelo de un rubio colorado y de hablar el castellano con mucho acento de gringo, dió al principio motivo para que el pueblo no lo creyera muy católico—apostólico—romano. Contribuía á fortificar tal recelo la circunstancia de que aunque D. Demetrio no faltaba á sermón ni á misa, sobre todo en los días de precepto, era poco festejador con la gente de iglesia.
Era ya casi mediodía, y no quedaba en Guamanga alma viviente que no hubiese acudido á la parroquia á tomar cenica. Unicamente su seño ría el gobernador no daba acuerdo de su persona.
El vecindario estaba escandalizado y todo era corrillos y murmuraciones.
—No lo decía yo? ¡Si es hereje!—afirmaba un zapatero remendón.
—La pinta no engaña—añadía una vieja contemporánea del arca de Noé: es rubio como los judíos.
—Y tiene pico en la nariz—observaba un cartulario.
—Apuesto á que es circunciso—agregaba una mozuela marisabidilla.