Obligado á votar el padre Jerónimo de Urrutia bajo pena de excomunión, hízolo, después de firmar una enérgica protesta, arrojando en la ánfora un puñado de frijoles, acto de despecho que el virrey disimuló, por aquello de que al jugador perdido se le pennite siempre que haga un cochino y aun que rompa la baraja.
Las calles inmediatas al convento estaban invadidas por el pueblo y por la tropa. No sólo hombres sino señoras de distinción so encontraban allí, aplaudiendo los españoles la energía del virrey y renegando de ella los criollos. La exaltación de los partidos llegó á punto de tener que intervenir los soldados para evitar que un grupo de urrutistas les rompiese el bautismo á dos adeptos del padro Lagunilla.
Por fin, á las cinco de la mañana, las campanas echadas á vuelo anunciaron á los buenos vecinos de la ciudad de los reyes el triunfo del padre fray Francisco Loyola Lagunilla.
Oigamos sobre este fainoso capítulo la opinión del padre Juan Teodoro Vázquez, cronista agustino, cuyo excelente libro permanece inédito en la sección de manuscritos de la Biblioteca de Lima: «Como se logró el triunfo por medios violentos y con la ruina de los Urrutins, bien emparentados y queridos en la República, no fué celebrada esta elección con los júbilos de costumbre. Afortunadamente el padre Lagunilla con su gran literatura, observancia, prendas de mando y discreción, llegó á hacerse querer, y á que nadie pensara que entró como ladrón por las bardas en el redil, sino como buen pastor por las puertas.» Fray Diego de Urrutia murió dos años después de esta derrota, y pocos meses antes de que también pasara á mejor vida el virrey capitulero.
EL NIÑO
LLORON
Zapatero tira—cuero, como canta el villancico, ó mejor dicho, zapatero remendún era, por los años de 1675, Perico Urbistondo, mozo mella lo de sesos, pero honrado á carta cabal. Habitaba un tenducho situarlo en el barrio de Carmeneca de la por entonces ciudad de Huamanga y hoy capital del departamonto de yacucho (rincón de muertos).
Por mucho que el buen Perico metiese lesna y diese puntadas, sus finanzas iban siempre de mal en peor; pues el potrete había hecho la tontuna de casarse con una muchacha muy para nada y aindamáis bonita y ganosa de lucir faldellin de sela. ¡Qué demonio: Muchas hembras