D. Xuño Gómez de Baeza fué uno de esos tantos que estableció tienda en la villa, dedicándose al rescate de lanas y venta de zurrones de nueces y cocos, que un su socio le remitía desde Chile para que él cnidase do proveer algunas de las poblaciones del Alto—Perú.
Era D. Nuño mozo que aún no llegaba á los treinta, gallardo como no había otro en la villa, generoso como un nabab, de amena y fácil conversación y muy gran aficionado al comistrajo ó golosina del Paraíso.
Amor trompetero, cuantas veo tantas quiero; que en teniendo cuello y mangas, todo trapito es camisa.» Gobernador de la villa era D. Gracián Díez Merino, del hábito «le Alcántara, caballero moral y religioso, que se desvivía para castigar todo escándalo y que, obedeciendo instrucciones que le comunicaran de Lima, consiguió que la población estuviera más tranquila que claustro de cartujos. Con tal fin promulgó bando previniendo que después del toque de queda nadio fuera osado á asomar el balto por la calle, bajo pena de multa y prisión. Item, se empeñó en que todo títere había de vivir como la Iglesia manda; pues en su jurisdicción no toleraba amancebamiento, barragania ni cosa que á pecado contra la honestidad trascendiese.
El que enferme de amores sin calentura, que vaya á su parroquia que el cura, cura.
Había en el lugar una señora viuda de un cabildante, jamón apetitosotodavia á pesar de los tres quinces que peinaba, la cual gozaba fama de ser cumplidora del precepto evangélico que manda ejercer la caridad slando de beber al sediento. El señor gobernador la rodeó de espías, jurando que, al primer gatuperio en que la atrapase, tenía de maridarla con su cómplice.
Por fin una noche dióle aviso un alguacil de que, después de la queda, había doña Valdetrudes entreabierto cautelosamente la puerta de su casa y dado paso franco á un galán en quien, no embargante el embozo, había creído reconocer á D. Nuño Gómez de Baeza.
Su señoría so reconcomió de gusto y se restregó las manos, diciendo: —De esta no libra de que la case y bien casada, que aunque ella no es pobre, el D. Nuño varea la plata y es mozo como unas perlas. Conviene que en todo matrimonio si el marido lleva para el puchero, la mujer no sea tan calva que no lleve siquiera para el chocolate.
Y seguido de alguaciles llamó enérgicamente á la puerta de dofia Valdetrudes, diciendo: —Por el rey: Abran á la justicia.