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Página:Tradiciones peruanas - Tomo III (1894).pdf/66

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Tradiciones peruanas

D. Nuño tuvo un susto mayúsculo; mientras ella, sin revelar la menor zozobra, dijo en voz baja á su amante: —(Ponte detrás de la puerta y escapa tan luego como yo abra.) Y ¿qué busca la justicia en mi casa?

—Abra y lo sabrá; y que sea pronto, antes que lo roto resulte peor que lo descosido.

—Pues vuesa merced espere que me eche encima una saya y en seguida voy á abrirle.

Mientras duró el diálogo húbose D. Nuño vestido á las volandas, y después de embozarse en la capa se puso detrás de la puerta.

Al abrirse ésta por doña Valdetrudes, avanzó su señoría con un farolillo en la mano y dió un rudo traspiés, empujado por un bulto que se deslizaba.

—Canario con el gatazo: —exclamó el gobernador.—Si no me hago á un lado me descrisma sin remedio.

Y en efecto, vieron los alguaciles que un gato negro escapaba calle arriba á todo correr.

D. Gracián Diez Merino, después de practicar escrupuloso registro en la casa, que era pequeña, tuvo que retirarse pidiendo mil perdones á dofia Valdetrudes por su importuna visita.

Al llegar a la esquina dió un tirón de orejas al alguacil que le llevara el aviso, y dijolo: —Sin duda viste entrar al gato y se te antojó persona. Mira, bribón, otro día asegúrate mejor para que no hagas caer en renuncio á la justicia del rey nuestro señor.

II

Al siguiente día no se hablaba en San Carlos de Puno sino de la estéril pesquisa del gobernador y del gato negro que por un tris descalabra á su señoría.

Sea que á D. Nuño Gómez de Baeza maldita la gracia que le hiciera el que lo hubieran metamorfoseado en gato, ó que no quisiera tracamandanas con la justicia, ó lo que es más probable, que no lo cautivaran los trashumados hechizos de la dama, la verdad es que no volvió á ocuparse de ella, dejando sin respuesta (el muy mal criado) sus amorosos billetes y desairando las citas que en ellos le proponía.

Mis lectoras convendrán coumigo en que la descortesía del mancebo lo hacía merecedor de castigo; pues, aunque todo sea barro, no es lo miso la tinaja que el jarro.

Convencida, al cabo, Valdetrudes de que el galán se negaba á volver