do Estremadoiro, así como ignoro si, andando los años, llegó á ser oidor de alguna Real Audiencia; pero lo que sí me consta es que de Zurite no avanzó un palmo de camino para el Cuzco, sino que volvió grupas y se vino á Lima, donde llegó el 8 de diciembre de 1672, precisamente á tiempo para asistir al entierro de su excelencia D. Pedro de Castro y Andrade, conde de Lemos y virrey del Perú por su majestad Carlos II.
Por supuesto que no volvió á hablarse del proceso, y que Valdez y Bazán murió de viejo y no de médicos.
EL OBISPO DEL LIBRO Y LA MADRE
MONTEAGUDO (Á mouseñor José Antonio Roca)
I
Esto que llaman don de profecía, segunda vista ó facultad de leer en el porvenir, es tema largamente explotado por los que borroneamos papel. Raro es el pueblo del Perú que no haya poseído profetas y profetisas, santos los menos y embaucadores y milagreros los más. La Inquisición tuvo en muchos casos, como en los de Angela Carranza y la madre San Diego, que gastar su latin para sacar en claro lo que había de inspiración y favor celeste en ciertos facedores de milagros ó pronosticadores de dichas y desventuras.
En el monasterio de Santa Catalina de Arequipa había, allá por el siglo
XVII,
una monja conocida por la madre Ana de los Angeles Monteagudo, de la cual refieren sus paisanos maravillas tales que la hacenacreedora á que Roma la canonice y coloque en los altares.
Leyendo la vida del trinitario fray Juan de Almoguera y Ramírez, obispo que fué de Arequipa, encuentro que el reverendisimo en Cristo fué para la santa monja un venero de profecias, algunas de las cuales antójaseme hoy desetnpolvar para solax de la gente deservida que pulula en la generación á que pertenezco.
El padre Almoguera, natural de Córdoba en España, se ocupó entre los marroquíes de la redención de cautivos cristianos, mereciendo en premio de su abnegación y afanes que Felipe
IV
lo nombrase predicador de la real capilla y que en 1658 lo presentase á Roma para el obispado de