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Tradiciones peruanas

se presentó respirando indignación por el nuevo agravio de Picado, y la junta resolvió no esperar justicia del representante que enviaba la corona, sino proceder al castigo del marqués y de su insolente secretario.

García de Alvarado, que tenía puesta esa tarde la capa de la compañía, la arrojó al suelo, y parándose sobre ella, dijo:

—Juremos por la salvación de nuestras ánimas morir en guarda de los derechos de Almagro el Mozo, y recortar de esta capa la mortaja para Antonio Picado.

II

DE LA ATREVIDA EMPRESA QUE EJECUTARON LOS CABALLEROS DE LA CAPA Las cosas no podían concertarse tan en secreto que el marqués no advirtiese que los de Chile tenían frecuentes conciliábulos, que reinaba entre ellos una agitación sorda, que compraban armas y que, cuando Rada y Almagro el Mozo salían á la calle, eran seguidos á distancia y á guisa de escolta por un grupo de sus parciales. Sin embargo, el marqués no dictaba providencia alguna.

En esta inacción del gobernador recibió cartas de varios corregimientos participándole que los de Chile preparaban sin embozo un alzamiento en todo el país. Estas y otras denuncias le obligaron una mañana á hacer llamar á Juan de Rada, Encontró éste á Pizarro en el jardín de palacio, al pie de un naranjo que aún existe; y según Herrera en sus Décadus, medió entre ambos este diálogo:

¿Qué es esto, Juan de Rada, que me dicen que andáis comprando armas para matarme?

—En verdad, señor, que he comprado dos coracinas y una cota para defenderme.

—¿Pues qué causa os mueve ahora, más que en otro tiempo, á proveeros de armas?

—Porque nos dicen, señor, y es público que su señoría recoge lanzas para matarnos á todos. Acábonos ya su señoría y haga de nosotros lo que fuere sorvido; porque habiendo comenzado por la cabeza, no sé yo por qué ha de tener respeto á los pies. También se dice que su señoría piensa matar al juez que viene enviado por el rey. Si su ánimo es tal y determi na dar muerte á los de Chile, no lo haga con todos. Destierre su señoría