Página:Tradiciones peruanas - Tomo I (1893).pdf/139

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
133
Ricardo Palma

III

EL FIN DEL CAUDILLO Y DE LOS DOCE CABALLEROS 133 No nos proponemos entrar en detalles sobre los catorce meses y medio que Almagro el Mozo se mantuvo como caudillo, ni historiar la campaña que para vencerlo tuvo que emprender Vaca de Castro. Por eso, á grandes rasgos hablaremos de los sucesos.

Con escasas simpatías entre los vecinos de Lina, vióse D. Diego forzado á abandonar la ciudad para reforzarse en Guamanga y el Cuzco, donde contaba con muchos partidarios. Días antes de emprender la retida, se le presentó Francisco de Chávez exponiéndole una queja, y no recibiendo reparación de ella, le dijo: «No quiero ser más tiempo vuestro amigo y os devuelvo la espada y el caballo. Juan de Rada lo arrestó por la insubordinación, y en seguida lo hizo degollar. Así concluyó uno de los caballeros de la capa.

Juan de Rada, gastado por los años y las fatigas, murió en Jauja al principiarse la campaña. Fué este un golpe fatal para la causa revolucionaria. García de Alvarado lo reemplazó como general y Cristóbal de Sotelo fue nombrado maese de campo.

En breve estalló la discordia entre los dos jefes de ejército, y hallándose Sotelo enfermo en caina, fué García de Alvarado á pedirle satisfacción por ciertas hablillas: «No me acuerdo haber dicho nada de vos ni de los Alvarados —contestó el macse de campo;—pero si algo he dicho lo vuelvo á decir, porque, siendo quien soy, se me da una higa de los Alvarados; y esperad á que me abandone la fiebre que me trae postrado para demandarme más explicaciones con la punta de la espada.» Entonces el impetuoso García de Alvarado cometió la villanía de herirlo, y uno de sus parciales lo acabó de matar. Tal fué la muerte del segundo caballero de la capa.

Almagro el Mozo habría querido castigar en el acto al aleve matador; pero la empresa no era hacedera. García de Alvarado, ensoberbecido con su prestigio sobre la soldadesca, conspiraba para deshacerse de D. Diego, y Luego, según le conviniese, batir á Vaca de Castro ó entrar en acuerdo con él. Almagro disimuló mañosamento, inspiró confianza á Alvarado y supo atraerlo á un convite que daba en el Cuzco Pedro de San Millán. Allí, en medio de la fiesta, un confidente de D. Diego se echó sobre D. García diciéndole: