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Tradiciones peruanas

una escuadrilla, cuyo mando fué confiado á D. Bertrán de Castro, hermano de la virreina. Los piratas, á las órdenes de Ricardo Hawkins, á quien llaman muchos cronistas Ricardo Aquines, habían hecho un buen botín en Valparaíso y otros puertos y se dirigían al Callao; mas D. Bertrán los sorprendió anclados en Pisco, les ocasionó graves daños, y dándoles caza por varios días, en los que fueron frecuentes los combates, obtuvo al fin que Hawkins se rindiera prisionero, empeñándole el jefe vencedor palabra de que su vida sería respetada. La Audiencia no quiso acatar el compromiso contraído por el marino español y condenó al pirata á ser ahorcado en la plaza de Lima; mas el de Castro se revistió de energía y apeló al monarca, quien asintió á su deseo y desaprobó el fallo de los oidores.

En punto á empresas marítimas, protegió mucho D. García la expedición de Alvaro Mendaña á las islas de Salomón; y Mendaña, en gratitud, denominó al primer grupo de islas de que fué descubridor las Marquesas de Mendoza.

Los apuros del tesoro español tenían que ser salvados por las colonias.

Así el virrey tuvo que emplear su energía toda para establecer, cumpliendo con las órdenes del monarca, la alcabala y otros impuestos. Ellos dieron en Quito margen para una sublevación, que el marqués de Cañete logró sofocar, más por su sagacidad que por la fuerza de las armas.

Refieren de este virrey que, pintando su carácter, solía decir: «Aunque me encolerizo con facilidad, pronto me pasa el enojo; que mi condición es como la de la pólvora, que después de hacer el estrago se convierte en humo.» Después de seis años y medio de gobierno, en los que dictó ordenanzas favorables á los indios, fundó la villa de Castrovirreina, atendió á la instrucción y á las obras públicas y realizó muchas útiles reformas, regresó D. García á España.

Las armas de la casa de Mendoza eran escudo de sinople con una banda transversal de gules, III En 1691 y con el tres por ciento de las rentas eclesiásticas, según lo acordado en el concilio de Lima, fundó Santo Toribio el colegio seminario que hoy lleva su nombre; y para establecer el dominio que sus sucesores debían tener sobre el local, mandó colocar su escudo sobre el arco de la puerta.

El blasón de los Mogrovejo era fondo de gules y un caballo de plata parado delante de una espada, bordura de oro sin adornos.

Entre los jesuítas de Lima hallábase el padre Hernando de Mendoza,