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Tradiciones peruanas

¡Por el rey! Dése preso vuesa merced.

El vizcaíno echó mano de un puñal de Albacete que llevaba al cinto y se lanzó sobre el alcalde y su comitiva, que aterrorizados lo dejaron salir hasta el patio. Mas Güerequeque, que había quedado de vigía en la puerta de la calle, viendo despavoridos y maltrechos á sus compañeros, se quitó la capa y con pasmosa rapidez la arrojó sobre la cabeza del delincuente, que tropezó y vino al suelo: entonces toda la jauría cayó sobre el caído, según es de añeja práctica en el mundo, y fuertemente atado dieron con él en la cárcel de corte, situada en la calle de la Pescadería.

—¡Qué cosas tan guapas—murmuraba D. Rodrigo por el camino—hemos de ver el día del juicio en el valle Josafat! Sabios sin sabiduría, honrados sin honra, volver cada peso al bolsillo de su legítimo dueño, y á muchos hijos encontradizos del verdadero padre que los engendró. Algunos pasarán de rocín á ruin. ¡Qué bahorrina, Señor, qué bahorrina! Bien barruntaba yo que este D. Juan tenía cara de beato y uñas de gato.....

¡Nada! Al capón que se hace gallo, descañonarlo; que como dico la copla:

«Árbol tierno aunque se tuerza recto se puede poner; pero en adquiriendo fuerza no basta buruano poder.

Tres meses después, Juan de Villegas, que previamente recibió doscientos ramalazos por mano del verdugo, marchaba en trailla con otros criminales al presidio de Chagres, convicto y confeso del crimen de defraudador del real tesoro, reagravado con los de falsificación de la firma del virrey y resistencia á la justicia.

Cuando el virrey conde de Castellar, que á la sazón contaba cuarenta y seis años, vino á Lima, trajo en su compañía, entre otros empleados que habían comprado sus cargos en la corte, á D. Juan de Villegas. Durante el viaje tuvo ocasión de frecuentar el trato del virrey, que le to mó algún cariño y lo invitaba á veces á comer en palacio..... Pero caigo en cuenta que estoy hablando del virrey sin haberlo presentado en forma á mis lectores. Hagamos, pues, conocimiento con su excelencia.

II

D. Baltasar de la Cueva, conde de Castellar y de Villa—Alonso, marqués de Malagón, señor de las villas de Viso, Paracuellos, Fuente el Fresno, Porcuna y Benarfases, natural de Madrid, hijo segundo del duque de Alburquerque, caballero de Santiago, alguacil mayor perpetuo de la ciudad de Toro, alfaqueque de Castilla y vigésimo virrey del Perú, entró en