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Tradiciones peruanas

ella venían. El pueblo se defendió lanzando sobre la tropa lágrimas de San Pedro, vulgo piedras. Hubo frailes muertos, muchachos ahogados, mujeres con soponcio, populacho aporreado, perros despanzurrados y, en fin, todos los accidentes fatales anexos á desbarajuste tal, Pero el bando fué bando.

¡O somos ó no somos! Siga su curso la procesión, y vamos con otros bandos.

Los frailes agustinos se dividieron en dos partidos para la elección de prior. El primer día de capítulo ocurrieron graves desórdenes en el convento, con no poca alarma del vecindario. Al siguiente se publicó un bando aconsejando á los vecinos que desechasen todo recelo, pues vivo y sano estaba su excelencia para hacer entrar en vereda á los reverendos.

Los agustinos no se dieron por notificados, y el escándalo se repitió. Diríase que la cosa pasaba en estos asenderendos tiempos, y que se trataba de la elección de presidente de la república en los tabladillos de las parroquias. Véase, pues, que también en la época colonial se aderezaban pasteles eleccionarios. Pido que conste el hecho (estilo parlamentario) y adelante con la cruz.

Su excelencia, con buena escolta, penetró en el convento. Los frailes se encerraron en la sala capitular, El virrey hizo echar tierra la puerpor ta, obligó á los religiosos á elegir un tercero, y tomando presos á los dos pretendientes, promovedores del tumulto, los remitió á España sin más fórmula ni proceso.

Escenas casi idénticas tuvieron lugar, á poco, en el monasterio de la Encarnación. La madre Nieves y la madre Cuevas se disputaban el cetro abacial. Si los frailes se habían tirado los trastos á la cabeza, las aristocráticas canonesas no anduvieron mezquinas en araños. En la calle, el pueblo se arremolinaba, y las mulatas del convento, que podían no tener voto, pero que probaban tener voz, se desgañitaban desde la portería, gritando según sus afecciones: «¡Víctor la madre Cuevas!» ó Víctor la madre Nieves » Este barrullópolis reclamaba bando. Era imposible pasarse sin él Repitiéndose el bochinche, entró tropa en el convento, y la madre Nieves y sus principales secuaces fueron trasladadas á otros monasterios. Esto se llama cortar por lo sano y ahogar en germen la guerra civil.

II

Quieres, lector, más bandos? Serás complacido.

La simonía y todo género de excesos eran impunemente cometidos por el clero. El relajamiento de costumbres era tal, que bastara á pintarlo esta sencilla respuesta de un indio á quien la autoridad quería obligar á no vivir en mancebía, sino bajo la férrea coyunda matrimonial, «Taitacontestó el infeliz,—amancebamiento no puede ser malo; porque corre-