Página:Tradiciones peruanas - Tomo I (1893).pdf/379

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
373
Ricardo Palma

Su excelencia, que tenía la pretensión de hombre entendido y apreciador del talento, no quiso desperdiciar la ocasión que tan á las manos se le presentaba, aunque para sus adentros el único mérito que halló al sermón fué el de la brevedad, en lo cual, según el sentir de muy competentes críticos de esa época, no andaba el señor marqués descaminado. Así es que cuando el predicador se hallaba más embelesado en la sacristía, recibiendo plácemes de sus allegados y aduladores, fué sorprendido por un ayuda de campo del virrey que en nombre de su excelencia le invitaba á comer en palacio.

No se lo hizo por cierto repetir el convidado y contestó que, con sacrificio de su modestia, concurría á la mesa del virrey.

Un banquete oficial no era en aquellos tiempos tan expansivo como en nuestros días de congresos constitucionales; sin embargo de que ya por entonces empezaba la república á sacar los pies del plato y se hablaba muy á las callandas de patria y de libertad. Pero, volviendo á los banquetes antes de que se me vaya el santo al cielo por echar una mano de político palique, si bien no lucía en ellos la pulcra porcelana, se ostentaba en cambio la deslumbradora vajilla de plata; y si se desconocía la cocina francesa con todos sus encantos, el gusto gastronómico encontraba mucho de sólido y suculento, y váyase lo uno por lo otroelittary. ala Concendiad José Feruando de Abascal trigesimo octavo virrey del Perú Nuestro reverendo, que así hilvanaba un sermón como devoraba una polla en alioli ó una sopa teóloga con prosaicas tajadas de tocino, hizo cumplido honor a la mesa de su excelencia; y aun agregan que se puso un tanto chispo con sendos tragos de catalán y Valdepeñas, vinos que, sin bautizar, salían de las moriscas cubas que el marqués reservaba para los lías de mantel largo, junto con el exquisito y alborotador aguardiente de Motocachi.

Terminada la comida, el virrey se asomó al balcón que mira á la calle de los Desamparados, y allí permaneció en sabrosa plática con su comen-