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Ricardo Palma

Los listines que en esta ocasión se obsequiaron á los oidores, cabildantes y personas caracterizadas, no estaban impresos en raso blanco, como hasta entonces se había acostumbrado, sino en raso carmesí. Es verdad que en ellos, después de enaltecer, como era justo, las dotes administrativas y sociales del Sr. de la Pezuela, hablaba mucho el poeta de regar el suelo peruano con sangre de insurgentes.

Fray Pablo que, como hemos dicho, no era ningún lego confitado, anduvo de hacienda en hacienda, en unión de la cuadrilla de toreros, presonciando lo que se llama prueba del ganado y decidiendo sobre el mérito do cada bicho. Los hacendados, á competencia, querían exhibir lo más fino de la cría, y el fallo del mercedario era por ellos acatado sin observación.

La prueba general del ya escogido ganado se efectuó en la chacarilla del Estanco, donde había gran corral con burladeros. Entro los toros que allí se probaron hubo uno bautizado con el nombre de lelámpago y oriundo de los montes de Retes. El torero Lorenzo Pizí le sacó algunas suertes, y en el canto de una uña estuvo que el animal lo despanzurrara.

Pizí era un negro retinto, enjuto, de largas zancas y medianamente diestro en el oficio. Terminada la prueba, lo llamó aparte fray Pablo y le dijo:

—Mira, negro, cómo te manejas con el Relámpago y no comas confianza, que aunque es cierto que á los toros más que con el estoque sc les mata con el corazón, bueno será que estés sobre aviso para que no to suceda un percance y vayas al infierno á contarle cuentos á la puerca de ti: madre. Ese animal es tuerto del cuerno derecho, y por la asta sana se va recto al bulto. Es toro de sentido, de mucha cabeza y de más pics que un galgo. Con él no hay que descomponerse, sino aguardar á que entre en jurisdicción y humille, aunque el mejor modo y manera de trastearlo es á pasatoro, y luego una buena por todo lo alto y á la cruz. Pero es suerte poco lucida y no to la aconsejo. Conque abre el ojo, negrito; porque si te descuidas, to chinga el toro y ¡abur, melones!

—Su merced, padre, lo entiende, como que es facultativo, y ya verá á la hora de la función que no predicó en desierto—contestó el torero.

II

D. Joaquín de la Pezuela y Sánchez, teniente general de los reales ejércitos, caballero gran cruz do la orden de Isabel la Católica y primer marqués de Viluma, estaba al mando de las tropas que en el Alto—Perú combatían á los insurgentes, cuando, por haber insistido Abascal en renunciar el cargo de virrey, fué nombrado para sucederle, y tomó posesión del puesto el 17 de agosto de 1817. En sus oficios de renuncia había-