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Ricardo Palma

duque de la Victoria, hizo juzgar á Rodil en consejo de guerra y lo exoneró de sus empleos, honores, títulos y condecoraciones. Al primer canibio de tortilla, á la cafla de Espartero, el nuevo ministro amnistió á Rodil, devolviéndole su clase de capitán general y demás preeminencias.

El marqués de Rodil no volvió desde entonces á tomar parte activa en la política española y murió en 1861.

Espartero murió en enero de 1879, de más de ochenta años de edad.

IV

Desalentados los que acompañaban á Rodil y convencidos de la esterilidad de esfuerzos y sacrificios, se echaron á conspirar contra su jefe.

El presidente marqués de Torre—Tagle y su vicepresidente D. Diego Aliaga, los condes de San Juan de Lurigancho, de Castellón y de Fuente—González, y otros personajes de la nobleza colonial, habían muerto víctimas del escorbuto y de la disentería que se desarrollan en toda plaza mal abastocida. Los oficiales y tropa estaban sometidos á ración de carne de caballo, y sobrándoles el oro á los sitiados, pagaban á precios fabulosos un panecillo ó una fruta. El marqués de Torre—Tagle, moribundo ya del escorbuto, consiguió tres limones ceutíes en cambio de otros tantos platillos de oro macizo, y llegó época en que se vendieron ratas como manjar delicioso.

Por otra parte, las cartas y proclamas de los patriotas penetraban misteriosamente en el Callao alentando a los conspiradores. Hoy descubría Rodil una conspiración, é inmediatamente, sin fórmulas ni proceso, mandaba fusilar á los comprometidos, y mañana tenía que repetir los castigos de la víspera. Encontrando muchas veces un traidor en aquel que más había alambicado antes su lealtad á la causa del rey, pasó Rodil por el martirio de desconfiar hasta del cuello de su camisa, Las mujeres encerradas en el Callao eran las que más activamente conspiraban. Los soldados del general Salom llegaban de noche hasta ponerse á tiro de fusil y gritaban:

—A Lima, muchachas, que la patria engorda y da colores,—palabras que eran una apetitosa promesa para las pobres hijas de Eva, á quienes el hambre y la zozobra traían escuálidas y ojerosas.

V

Á pesar de los frecuentes fusilamientos no desaparecía el germen de sedición, y vino día en que almas del otro mundo se metieron á revolucionarias. ¡No sabían las pobrecitas que D. Ramón Rodil era hombre para habérselas tiesas con el purgatorio enterol