Página:Tradiciones peruanas - Tomo I (1893).pdf/51

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
45
Ricardo Palma

bra empeñada de casarse y legitimar á los dos niños habidos de sus secretos amores, y cuando menos lo esperaba la pobre enamorada, recibió una carta en que D. Carlos la noticiaba que había contraído matrimonio in fucie ecclesice con una hija del capitán de areabuceros D. Santiago Pedrosa, llamada doña Dolores.

Imagínese el lector el efecto que produciría la esquela en el ánimo de la apasionada mujer. Durante algún tiempo anduvo su honra en lenguas de las comadres de Lima, que hacían de ella mangas y capirotes. Rugíase también que doña Sebastiana no tenía el juicio muy en sus cabales. A la postre, cuino toda mujer que ha amado frenéticamente á la criatura, so volvió al Crea lor, lo que en buen romance quiere decir que se tornó beata, y beata de correa, que es otro ítem mais; beata de las que leían el librito publicado por un jesuíta con el título de Alfalfa espiritual para los burregos de Jesucristo, en el cual se llamaba á la Hostia consagrada pan de perro (pan de pecador).

No obstante, siempre que en el templo ó en la calle encontraba al perjuro amante tenían lugar escenas escandalosísimas. Doña Sebastiana no retrocedía en su empeño de volver á cautivar al rebelde, y éste se había empestillado en el tonto capricho de dar al mundo un ejemplo de fidelidad conyugal.

Y así pasaron tres años, hasta que la infeliz se convenció de que nada tenia que esperar del amor de D. Carlos, y entonces resolvió cambiar de táctica y consagrarse á la venganza.

III Era un día lunes, y al salir D. Carlos de la misa de San Agustín se encontró con su sombra ó posadilla encarnada en Sebastiana.

—Hacedme la merced, Sr. D. Carlos, de escuchar unas pocas palabras que por última vez os quiero decir, —Estoy á vuestras órdenes, señora mía, siempre que no insistáis en ponerme un afecto que hoy sería un crimen—la contestó el joven.

—Pláceme veros tan leal esposo. Sabéis que observo una vida religiosa y severa, y por ende desechad la aprensión de que os diga nada que recuerde nuestros extravíos.

—Hablad, señora.

—Tengo un hijo bastante rico, como sabéis. En Lima y bajo mi amparo no es posible que adquiera la educación que merece. Mañana zarpa el galeón del Callao para España, y en él marchará el niño á Madrid, donde será asistido por sus parientes. Os ruego que vos, su padre, le echéis la bendición para que alcauce prospero viaje.