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Ricardo Palma

Después de haberlos hecho beber, la joven se arrodilló en medio do ambos lechos, repartiendo sus cuidados y consuelos entre los dos infelices, mientras que yo, mudo de estupor, apartaba la vista de tan doloroso cuadrol'ocos momentos después quedaron dormidos y Rosa me hizo una seña de que la siguiera á la habitación inmediata. Balbuceaba ya una pregunta, cuando ella, anticipándose á mi pensamiento, me dijo ahogando un sollozo:

—Son mis padres...... y están locos por mi causa.

Y el llanto bañó abundosamente sus mejillas. Yo comprendí y respeté ese dolor sin nombre y permanecimos por largo rato silenciosos.

Al fin se decidió á contarme su historia, que era sobrado sencilla.

Hija única de padres que gozaban de una decente medianía, fué seducida y más tarde abandonada por un libertino. Ante la publicidad de su deshonra y sin medio alguno para repararla, porque el infame había huído de Lima, los padres de Rosa perdieron la razón, sin que los sacrificios y desvelos de ella, que desde ese día se consagró á cuidarlos, bastasen á devolverles el destello divino que distingue al racional del bruto. La miseria, por otra parte, es inal médico; y Rosa no se atrevió á enviarlos al hospital de locos, porque comprendía el bárbaro tratamiento que allí se daba á los enfermos.

La niña calló; y yo, profundamente conmovido, ine despedí con religioso respeto de aquel ángel que, lleno de abnegación y de ternura, había sido colocado por Dios para velar sobre los últimos días de dos ancianos.

Cristo que perdonó á Magdalena porque amó mucho, habría también compadecido á esta mujer, que con tan severa expiación purgaba el delito de haber sentido latir un corazón dentro del pecho, de haber obedecido á esa ley de todos los seres que se llamna amorde ¿Quién contó al Nazareno el episodio que acabamos de bosquejar?

Sólo sabemos que á la siguiente noche, vestido con el hábito penitente, se apareció en el humilde cuarto de Rosa y que, á fuerza de esmero y una costosa asistencia, consiguió poco á poco devolver la razón á los ancianos y la calina á la desventurada joven.

Pero como la gratitud casi siempre es bulliciosa, la hija publicó cuanto debía al Nazareno, á pesar del empeño que éste mostró para que el misterio rodense su buena acción.