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Ricardo Palma

no. Al llegar la comisión del virrey, todos los hermanos, sin faltar uno, estaban sentados en el espacioso monumental salón del refectorio, con el breviario en la mano y un pequeño bulto de ropa á los pies.

Las instrucciones del conde de Aranda prevenían al virrey que la comunidad se reuniese al toque de campana, que se mantuviese á los padres en la sala capitular y que el Superior mandlase buscar á los ausentes.

Los comisionados nada tuvieron que hacer en tales puntos. Esto demuestra que también al Superior de Lima le había remitido el de la orden, en Madrid, copia de las prevenciones del ministro.

La real orden fechada en el Pardo á 5 de abril de aquel año fué cumplida en todas sus partes. A la una de la madrugada marcharon los jesuítas al Callao, y á las cinco ponían la planta sobre la cubierta del navío de guerra San José Peruano, que por la tarde se perdió de vista en el horizonte, conduciendo á los que por ciento noventa y nueve años habían ejercido gran dominio en el virreinato.

Los jesuítas—dico Scribener—supioron tomar venganza de la traición practicada con ellos, burlando la avaricia. Por eso se cree que hay fabulosas riquezas enterradas en San Pedro, y hemos visto en nuestros días una sociedad que, con permiso del gobierno, se ocupó en hacer excavaciones para encontrar un tesoro que no había guardado y que puso el templo á riesgo de desplomarse sobre los fieles.

Es fama que también el Superior de las misiones del Paraguay, que so hallaba aquel día á cuarenta leguas de Salta, en una reducción de indios llamada Miraflores, tuvo aviso del golpe que iba á recibir la Compañía, cuatro horas antes de la designada, y que al intimársele el regio mandato contestó sonriendlo:

—Tomad las llaves, y ved que nos llevamos un tesoro en el breviario.

Mucho se ha repetido que la expulsión de los jesuítas fué para ellos una sorpresa. Algunos documentos históricos que hemos consultado, y los pormenores mismos sobre la manera como se cumplió la real cédula en Lima, nos están demostrando lo contrario.

Esa orden, tan tenazmente combatida, vuelve en pleno siglo XIX á pretender el dominio de la conciencia humana. Cadáver que como el fénix mitológico renace de sus cenizas, se presenta con nuevas y poderosas armas al combate. La lucha está empeñada. Que Dios ayude á los buenos!

VI Una mañana de noviembre del año 1774, al abrirse las puertas de la iglesia de la Merced, fueron invadidas sus naves por inmensa muchedumbre,