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Era la hora en que sueños pavorosos,
Como fetos monstruosos,
Habitan las nocturnas
Soledades funestas.
En que gimen las almas doloridas
Cual fantásticas vírgenes, perdidas
En umbrosas florestas.
Hora fatal en que germina y crece
La cicuta del mal, y que aparece
En las del corazón mustias colinas;
En que malditas hierbas venenosas
Se extienden silenciosas
Sobrela verde lepra de las ruinas.
Con silencio profundo en los hospicios
Abríanse las flores de los vicios,
Plegábanse las flores de los llantos;
Y el enfermo, á través de su agonía,
Miraba con horrenda fantasía
La nocturna legión de los espantos.

En las plazas desiertas
Miles de luces trémulas, inciertas,
Oscilaban con brillo sepulcral;
Creyérase, en las calles solitarias,
Ver cruzar procesiones funerarias